Por: Alani Asturias
¿Te ha pasado que el primero de enero te pones un montón de metas, que a finales del mes ya ni recuerdas?
Tienes todas estas expectativas y listas de cosas buenas que deberías hacer, pero que difícilmente logras llevar a cabo y concretar. Sabes qué es lo que necesitas, pero paras haciendo lo mismo de siempre.
Trata de recordar (o de observar), el proceso de aprendizaje para caminar. Un bebé pasa entre un año y un año y medio preparándose completamente para poder caminar. Primero, agarrando el tono muscular para sostener la cabeza. Luego, empieza a dar vueltas (de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba). Pasa por algún tipo de gateo o arrastre, para un año después poder pararse sobre sus pies y desplazarse.
Al inicio, es una actividad lleva mucho trabajo, mucho esfuerzo. Además del movimiento, piensa en la coordinación ojo-pie, su capacidad propioceptiva. Pero algún tiempo después, es algo que sucede de manera automática, no lo piensas, puedes hacerlo sin ver, en terrenos inestables.
Ese inicio es difícil, los músculos duelen, el bebé se incomoda. Por eso que necesita a una mamá o un papá que, aunque se queje, lo motive a pasar tiempo sobre su estómago. Que vaya desarrollando cada uno de estos pasos necesarios para lograr el objetivo final.
Cuando aprendiste a manejar, seguramente tuviste que pensar mucho para no confundir el freno con el acelerador. Alguna vez se te apagó el carro o saltó porque no coordinaste bien el movimiento del clutch y el acelerador. Pero tal vez ahora puedes hacer muchas cosas mientras manejas, porque ya no tienes que pensar para poder manejar. Tu cuerpo sabe, de manera automática, cómo hacerlo.
El cerebro, aunque solamente representa el 2% del peso corporal, llega a utilizar entre el 20% y el 25% de la energía que consumes en una dieta de 2,400 kilocalorías diarias. Es el órgano encargado de que todo en tu organismo funcione, sea de manera consciente o no, es decir automática. Por esto que, de manera natural, tu cerebro busca instalar profundamente las conductas repetitivas en hábitos, para ahorrar energía. Es decir que, cualquier conducta o pensamiento que repitas lo suficiente, se convierte en un hábito automático, en el que no hay un proceso de pensamiento consciente que lo medie. Voy a hacer énfasis en la palabra cualquier conducta o pensamiento.
Aquí juega un papel importante el hogar en el que creciste, la sociedad, el colegio y otros grupos de los que hayas formado parte. Son quienes dictaminan la normalidad y frecuencia de las conductas y pensamientos.
La principal motivación de un niño pequeño es el amor de sus papás o cuidadores primarios. Este incluye el cuidado, la atención, la aceptación, el cariño, el contacto, entre otros. Si el único momento en el que recibiste este amor era cuando llorabas descontroladamente, aún cuando te castigaban y te decían que solo los “niños feos” lloran así, lo más probable (si no has hecho un trabajo profundo) es que en la adultez busques atención y cariño de los demás a través del descontrol emocional.
Si la atención que recibiste por parte de tu cuidador primario fue por medio de agresividad, golpes y maltrato, seguramente han sido características que en tus relaciones con otros se han repetido en tu adolescencia y adultez (nuevamente, si no has hecho un trabajo profundo).
Cuando repites algo tantas veces, esto se instala profundamente en ti y ya no hay un pensamiento racional que active esta conducta, sino sucede de manera automática. En estos dos casos, aún cuando entiendes racionalmente que la violencia no está bien o que el desborde emocional no es la única vía de conseguir atención, sin este trabajo profundo para desconectar y re estructurar lo que se instaló profundamente, te vas a encontrar en situaciones muy similares en repetidas -o todas las- ocasiones.
Muchas de tus metas pueden no tener éxito, primero, porque no le das el tiempo suficiente para hacerlo un hábito. Y segundo, porque no le das suficiente tiempo para que se active tu sistema de recompensa. Este es el sistema encargado de mediar la sensación de placer en el organismo, liberando dopamina y otros neurotransmisores que actúan frente a acciones gratificantes. Estas conexiones neuronales van generando huellas de memoria potentes para las sensaciones gratificantes o desagradables. Este centro de recompensa y castigo juega un papel importante en la selección de la información que aprendes, pues selecciona el 1% que se retiene y desecha el 99%.
Caminar no es una conducta que en sí misma genere placer, pero la libertad de movimiento, la capacidad de explorar, poder sentir esa autonomía sí. De manera similar, el ejercicio no genera placer inmediatamente. Es más, puede resultar doloroso en los músculos; pero la fuerza que te trae, la sensación de bienestar, conquistar tu cuerpo y tu mente sí.
También estás constantemente expuesto a:
- Tecnologías: videojuegos, películas o series, redes sociales en las cuales recibes likes, comentarios y otras reacciones que te hacen sentir aceptado
- Actividades: apuestas, compras impulsivas
- Sustancias: algunas legales, como algunos medicamentos, el azúcar, los preservantes, colorantes y otros ingredientes de alimentos y artículos de uso diario como detergentes, pasta de dientes, desodorantes, etc. y otras ilegales como tabaco, alcohol y drogas.
Estas son sustancias o situaciones activan inmediatamente tu sistema de recompensa, dañando su funcionamiento normal. Naturalmente, con un sistema de recompensa alterado, buscas una satisfacción inmediata y sin ningún esfuerzo o trabajo, por lo que estas conductas van a prevalecer sobre las otras, las que te propusiste porque son buenas para ti.
Recuerda, eres un ser bio-psico-social y cada uno de estos factores juegan un papel importante en tu desarrollo como persona. Una clave, para ir creando hábitos saludables y que te aporten es encontrar primero qué te motiva. Si quieres hacer yoga, recuerda que la postura en sí no es el objetivo, el objetivo es sentirte bien, liberarte. Una vez hayas encontrado lo que realmente te motiva, es momento de hacer un compromiso contigo, mucho más allá del placer (al menos del placer inmediato y para nada nos aportan). Divide tu objetivo final en pequeñas metas alcanzables y medibles, que sean realistas con lo que puedes lograr en un corto, mediano y largo plazo. Define tu plan, crea recordatorios y avisos que te ayuden, lleva un control de tu progreso y celebra cada una de tus victorias.