En el mundo moderno, occidental, la primera asociación que tenemos con la palabra “YOGA” es postura -asana. Tal vez estiramiento, alineación o “hacer bien la postura”, algunas personas ya lo asocian a un ejercicio desafiante y un esfuerzo físico significativo. No voy a decir que esto no sucede en una práctica física del yoga y además, tiene un lugar valioso.
Pero, ¿y si te digo que con la práctica de yoga en verdad estás cultivando mucho más allá de lo que ves en el espejo o de lo que el cuerpo puede hacer? Hoy quiero compartir contigo una mirada más amplia de lo que es yoga, pensando de regreso a uno de los textos clásicos del yoga, las enseñanzas que han permanecido vigentes desde el siglo II a.C, y también mi experiencia personal practicando y enseñando a personas cuyas formas corporales y posibilidades de movimiento eran muy distintas. Porque el yoga es para todos, sin excepción. Bueno, Pattabi Jois diría que menos para los haraganes, pero yo creo que incluso los haraganes pueden encontrar su camino… especialmente porque yo puedo tener la tendencia de serlo.
Las posturas físicas pueden ser una puerta, son un paso esencial en la práctica, pero no es el fin de la práctica del yoga. No practicamos para alcanzar una forma determinada. El fin -o tal vez uno de los grandes fines- es la transformación de cómo vivimos, cómo nos tratamos, cómo pensamos, cómo estamos con nosotros mismos y con el mundo.
Podemos practicar yoga sentados, simplemente estando en el presente, respirando, observando. Porque la verdadera intención es estar presente, en el cuerpo, en la respiración, en la mente. Esa mirada nos libera de la exigencia de “tener que vernos bien” o “movernos mucho” para que sea yoga. Es yoga cuando nos abrimos al momento, con humildad y curiosidad.
Los Yoga Sutras de Patañjali es uno de los textos clásicos del yoga filosófico, que recoge -en forma de sutras- una guía para cultivar esta quietud de mente y poder acercarnos a la llamada libertad interior.
El yoga sutra 1.2 dice: Yogaḥ citta-vṛtti nirodhaḥ — “El yoga es el cese de las modificaciones de la mente”. Aquí se recuerda que la esencia del yoga está en la mente, en la atención, en la calma que podemos cultivar.
Los Sutras están divididos en cuatro capítulos:
- Samādhipāda – habla sobre la contemplación, cómo la mente alcanza estados de calma profunda y unidad.
- Sādhana pāda – habla sobre la práctica, las ocho ramas de cómo debemos comportarnos (ética hacia los demás, ética personal, posturas, respiración, retiro de sentidos, concentración, meditación e iluminación).
- Vibhūti pāda – habla sobre los resultados de la práctica, qué puedo esperar cuando practico de manera constante y también advierte sobre cómo no debemos distraernos con estos poderes que adquirimos, pues no son el fin último de la practica.
- Kaivalya pāda – habla sobre la liberación o la realización del ser.
Un punto que me gusta destacar es en el segundo capítulo – Sādhana pāda – los yamas y niyamas. Aquí se hace referencia la actitud, la ética, la relación con otros y con uno mismo. Lo que debo y lo que no debo hacer. Solamente 3 de los 195 sutras hablan de la postura física:
- Sutra 2.46 — “Sthira sukham āsanam”.
La postura debe ser estable (sthira) y cómoda (sukha). Este es el núcleo de toda enseñanza sobre asana: el equilibrio entre esfuerzo y suavidad, entre firmeza y bienestar.
No describe ninguna postura específica, sino una cualidad del estar en el cuerpo y en la mente.
- Sutra 2.47 — “Prayatna śaithilya ananta samāpattibhyām”
La perfección en la postura se alcanza cuando cesa el esfuerzo y la atención se funde con lo infinito.
Aquí Patañjali va más allá de lo físico: invita a que la práctica corporal sea un medio para trascender el cuerpo, no para dominarlo.
La postura se vuelve meditación.
- Sutra 2.48 — “Tato dvandva anabhighātaḥ”
A partir de ello, uno no es perturbado por los pares de opuestos.
Es decir, al encontrar esa estabilidad y ecuanimidad en el cuerpo, la mente ya no reacciona frente al calor y frío, placer y dolor, éxito y fracaso.
El cuerpo se convierte en vehículo de equilibrio interno, no en fin en sí mismo.
Entonces, si el yoga profundo es este “cesar de los movimientos de la mente”, si es la apertura hacia la presencia, a poder observarnos sin juicio, a reconocernos más allá de nuestro cuerpo cambiante, entonces queda claro que cualquier cuerpo puede hacer yoga, y que la práctica puede y debe adaptarse.
En los años que tengo de dar clases y practicar yoga, he tenido el privilegio de estar junto a personas cuya movilidad física o cuya condición corporal era muy diferente de lo que suele mostrarse en redes como “la imagen típica-o esperada- del yogui”. Por ejemplo:
- Mi primera practica bajo la guía de Sharath Jois de Ashtanga fue a la par de una persona sin piernas. Adaptó todas las posturas a lo que podía hacer con su cuerpo e incluso en esta serie tan estructurada, exigente y con una alineación específica, hizo toda la serie.
- He guiado a personas con movilidad limitada por el sobrepeso, con quienes la práctica se vuelve un espacio interno, una respiración con atención y una conexión profunda con el cuerpo, más que una postura avanzada.
- Y quien para siempre cambió mi forma de enseñar, un alumno a quien admiro muchísimo, cuyas extremidades superiores tiene una estructura ósea completamente distintas, donde la práctica se volvió profundamente humana. La adaptación de algo que aprendí de una manera tan diferente, para que esta persona tuviera la oportunidad de estar en su mat, practicando junto a todos, con la misma intención y respiración. Para siempre estaré agradecida por darme la oportunidad de guiarle, aunque no sabía cómo hacerlo, guiándome él a cambiar mi mirada sobre el alumno.
Entre otras cosas, lo que he aprendido es que el yoga no exige un cuerpo “ideal”. Al contrario, el yoga llama a ese cuerpo que ese momento, con esas condiciones. Adaptar la práctica con modificaciones, apoyo, silla, menor movilidad, deja la esencia del yoga presente, que es la atención, respiración, relación cuerpo-mente-respiración.
La intención lo es todo. Porque quizá la postura no llegue mañana, pero la respiración consciente, la pausa, el aceptarse a uno mismo, sí puede estar hoy. La enseñanza auténtica de yoga es abrazar la diversidad corporal, la diferencia, lo singular y ver en cada uno -en cada cuerpo- la posibilidad de encuentro y transformación.
Sí, tenemos un cuerpo. Y cuidar esos músculos, esas articulaciones, esa salud es importante. Porque si el cuerpo está fuerte, flexible y funcional, la práctica se vuelve más amable, mas segura, más gozosa. Pero más importante que eso es descubrir quién soy, cómo me veo, como me hablo, poder pasar tiempo conmigo, respirar, ver mis pensamientos, mis emociones. Esa es la práctica de yoga que abraza todo.
Las posturas físicas ayudan a preparar el cuerpo, a establecer la base, a seducir al cuerpo para que participe, se abra, se fortalezca. En un cuerpo enfermo y débil la mente no puede estar presente fácilmente.
Algunas preguntas que te pueden ayudar a practicar yoga son: ¿cómo estoy con mi cuerpo? ¿lo escucho? ¿lo respeto? ¿me adapto? ¿respeto la diversidad de cuerpos, funciones, posibilidades? ¿qué relación tengo conmigo cuando no estoy practicando posturas, sino simplemente respirando, sentado, observando?
Puedes empezar tu práctica de yoga, sin saber nada, sin tocarte los pies con esta frase: “estoy aquí, ahora, tal como soy” junto a dos o tres respiraciones profundas. Si vas a hacer una clase en ulayoga.com entonces recuerda: no eres menos yogui si tienes alguna limitación, dificultad o modificación. Adapta tu postura, usa bloques, silla, strap o lo que necesites. Lo que importa es la intención.
Observa, no te compares. Observa tu respiración, observa dónde y por qué hay tensión, observa dónde hay apertura. Nota como te hablas y si eres amable en el tono y con las palabras. Más allá del mat, lleva tu respiración consciente, haz pausas, observa tu mente. Recuerda que el verdadero yoga empieza cuando la clase termina.
Una de las primeras enseñanzas del yoga, en los Yoga Sutras, es cómo me relaciono con los demás, conmigo mismo. Ahimsa (no dañar), Satya (decir la verdad), santosha (contentamiento). Si sientes o si te han hecho sentir que tu cuerpo no encaja con “la imagen del yogui” velo como una oportunidad para preguntarte: ¿que me enseña este cuerpo? ¿cómo me adapto para vivir con él? ¿cómo abro espacio para otros?.
Para mí, yoga es una celebración de la vida, un espacio inclusivo, un terreno de transformación profunda. No se trata de alcanzar la postura de moda o ser flexible. Se trata de estar conmigo, de abrirme, de respirar y la posibilidad esta para todos. Te invito a ti, a que veas tu mat -o tu silla- como un espacio de encuentro, contigo, aquí y ahora. Sea como sea tu cuerpo, sea como sea tu respiración y sea como sea tu día: el yoga te está esperando.
Te veo en el mat,
Alani