Por: Alani Asturias
Así empezó mi camino de yoga, tal vez esta no es la historia típica de una maestras, pero es la mía. Desde pequeña he tenido una inclinación por la apariencia de mi cuerpo físico. En mi familia, pero por experiencia puedo decir que en (casi) todas, el peso siempre tiene mucho peso.
Durante mi adolescencia, pasé una constante guerra entre comer y satisfacer mi hambre, y cumplir con “el rol de la mujer”, que entre otras incluye: verse de cierta forma, comer poco, cuidar la línea y no ceder ante tus instintos. Probé un poco de todo, dietas restrictivas (cero azúcares, cero carbohidratos, cero grasas), no comer (lo cual siempre terminaba en un atracón de comida) y tomar sólo jugos. Por supuesto, más allá de la presión social, yo también quería verme bien en el espejo y mientras hubiera menos qué ver, mejor. Pero irónicamente no lograba mi objetivo, seguía sin verme como quería. Por alguna razón, veía mis fotos viejas (del año anterior) y me gustaba cómo me veía, pero recordaba que cuando la tomé no me gustó. Fue así como me di cuenta que más que una verdad objetiva, el sentirme incómoda con mi realidad actual era una verdad subjetiva.
A los 20 años mi cuerpo colapsó gracias a la intervención divina, y este es un agradecimiento sincero. Mi agradecimiento es porque fue el inicio de mi camino en yoga. Bajo la guía de un equipo de más de 5 profesionales de la salud, tuve que cambiar todo. Primero, aceptar que muchos de mis síntomas tienen una raíz emocional. Cuando no hablas, cuando te niegas sentir, cuando aceptas las cosas y te las tragas, estas se van acumulando en el cuerpo y van encontrando nuevas formas de salir, generalmente formas dolorosas. Así fue como inicié un camino de introspección para sanar. Luego, tuve que sanar mi relación con la comida. Y finalmente darme cuenta que soy un todo, integrado. No podía sacrificar una parte de mí, sin dañarme toda yo. Suena lógico, pero nos pasa a muchas personas. “Para que me vaya bien en el examen, voy a estudiar todo el día y la noche, sin dormir ni comer porque es perder el tiempo”. Obviamente mi resultado no era óptimo, porque no había dormido ni comido – necesidades tan básicas, ¿no? Pero para mí, en ese entonces, no lo era. Pues así fue como tuve que ver la inter relación de cada una de mis partes: mi cuerpo, mis emociones y mi pensamiento.
Cuando encontré el yoga, me enganchó la parte física. Iba a las clases más fuertes, y a veces, a dos o tres clases al día. Ese cambio en cómo me veía fue lo que me hizo regresar – el ego. Pero de repente, después de las clases me quedaba sollozando en savasana. En ese momento no entendía que estaba sanando todo eso que me tragué y se me guardó en el cuerpo. Pero se sentía bien, así que ni pensar en volver a faltar a la clase. Un día, después de muchas clases empapadas en lágrimas, no volví a llorar, y una parte de mi corazón se sintió aliviada. Luego, algo más vino y me hizo sentir vulnerable o triste o insegura, pero al dejarme sentir en la clase, esto se iba, ya no se acumulaba. Y desde hace 6 años ya no he tenido otro colapso, luego de 4 tormentosos años de hospital en hospital.
Ahora me doy cuenta que esas clases no me daban sólo un cuerpo más bonito, sino un corazón más liviano y una relación con Dios (o como necesites llamarlo) más profunda. Porque cuidarme, honrarme, sanarme es una experiencia de conexión superior, que me permite entender que todos estamos conectados con todo. Y que si quiero cambiar todo, si quiero que todo mejore, si quiero que haya amor y luz a mi alrededor, entonces tengo que cambiar yo, tengo que mejorar yo, tengo que darme amor y luz. Mi práctica ya no es sudar todos los días, a veces es respirar, contemplar y agradecer lo que tengo. A veces es no decir esas palabras dolorosas o darme cuenta que cómo manejo afecta a los demás.
No hay un camino determinado para entrar en el yoga. No te creas el cuento de: como medito soy más que tú o si te interesa lo espiritual es mejor que lo físico. Cualquier que sea tu objetivo, lo que sea que te sostenga en el mat –aunque sea tu ego- es la razón perfecta para ti. Estás aquí porque esto es lo que necesitas en este momento, nada más.